Al desierto, para ser tentado

Desierto

Luis Mª Mendizábal | Jesús es conducido al desierto por el Espíritu. Lo dice expresamente el texto (Mt 4; Mc 1,12; Lc 4,1). Apenas recibe el Espíritu Santo en el bautismo, le lleva a cuarenta días de ayuno en el desierto. Durante este período -no sólo al final- era tentado. Es un tiempo de ayuno, oración y tentación. Son cuarenta días que podríamos llamar “de desolación” en Jesús, de tristeza.

De modo análogo a lo que sucederá en Getsemaní respecto de la pasión, aquí la visión de su inmediata misión de “cordero de Dios que lleva el pecado del mundo”, humanamente muy dura, provoca en Él esa tristeza: un camino de persecución, de humillaciones, de trabajos, de fatigas, que será coronado por la muerte en cruz. Esa es su misión y Él la acepta. A través del ayuno, a través de la oración se reafirma en su postura, como hará en Getsemaní.

Hay dos maneras de tentaciones: la tentación al mal y la tentación bajo apariencia de bien. En la tentación al mal ya uno nota que algo (el demonio, una pasión) le mueve a algo que sabe que es malo. Uno ve que está mal, y sin embargo me atrae, me impulsa, me lo pone como fácil, etc.

Pero luego está la otra forma de tentación, la que inclina a algo bueno para terminar después en algo malo, y eso es lo más sutil, lo más peligroso para nosotros. Puede darse en el ámbito personal y también en el de la misión que uno tiene. Quizá este último es el más peligroso, cuando a uno se le presentan cosas aparentemente buenas, pero con intención de separarle de lo que es voluntad de Dios en el cumplimiento de su misión. Y esto sucede muchísimo. Se llega a extremos increíbles, pero comenzaron bien, con una imagen buena y por “llevar adelante la misión”.

Tentaciones mesiánicas

Vamos, pues, a esas tentaciones de Jesús, que no son a título personal sino mesiánico, es decir, de cómo realizar su misión. El demonio le tienta como Mesías. Para ello lo que hace es presentarle la idea que el pueblo se había ido formado de cómo debía ser el Mesías. Una idea totalmente terrena: creían que el Mesías iba a ser el liberador de Israel, el que los iba a librar de la opresión de los romanos, del hambre que tenían… y tendría poderes mesiánicos para ello. El fondo de las tentaciones está en eso: el Mesías, puesto que viene a quitar el sufrimiento, no puede ir por el camino del sufrimiento. Se apoyaban para eso en las figuras veterotestamentarias, pero entendiendo que iban a realizarse en el mismo nivel.

Moisés había saciado el hambre en el desierto por medios extraordinarios. El Mesías era más que Moisés. Por lo tanto debía resolver ese problema más plenamente. Moisés les había sacado de la esclavitud de Egipto. El Mesías les debía liberar de toda esclavitud, y por lo tanto instaurar un nuevo Reino en que Israel sería la cabeza y sería la sociedad sin sufrimientos, ni hambres, ni nada de eso.

Con esta idea, ver que aquel que parece ser el Mesías pasa hambre es desconcertante. De ahí que el maligno, sospechando que este hombre extraordinario pueda ser el Mesías, se decide a tentarlo para apartarle de su misión, bajo apariencia de bien.

Vivir sólo de pan

Aquel que puede ser el Mesías padece hambre. Eso es contrario a lo que se esperaba de Él. Y lo que busca el demonio es llevarle a que elimine su hambre con su poder mesiánico, recorriendo así el camino de un mesianismo terreno, de triunfo humano por el poder del Mesías. Al decirle: Si tú eres el Mesías, di que estas piedras se conviertan en panes (Mt 4,3), le está proponiendo que se muestre como el mesías que trae solución a todos los problemas de la vida terrena, para vivir “felizmente”.

Respuesta de Jesús: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4). Está tomado del Pentateuco. Con ella, sin alargarse en discusiones, Jesús corrige la falsa concepción del Mesías. Hace notar que el cumplimiento de la misión mesiánica no va por ahí, sino que se coloca en un nivel superior, del que el Antiguo Testamento es sólo imagen y tipo pero nada más.

El hombre no tiene sólo la vida que se mantiene con el pan material, sino que hay otra vida que se sostiene con la palabra de Dios: precisamente la vida que el Mesías viene a traer y a sostener, con su hambre, su sufrimiento y la inmolación de su vida terrena: “A través de este hambre yo saciaré el hambre espiritual”. Por eso el cumplimiento de la misión de Jesús no está en el episodio de la multiplicación de los panes, sino en el pan vivo de la Eucaristía (cf. Jn 6), que sólo quien lo come tiene verdadera vida.

Esta tentación se repite en nuestra vida muchas veces. Cuando se quiere hacer que la obra de la Iglesia sea solamente remediar las necesidades del mundo y nada más. Digo “solamente” porque no es que a Jesús no le interese el hambre de la gente, y muchas veces lo remediará, y cambiando los corazones moverá a todos a que remedien también las necesidades humanas, con toda energía y dedicación. Pero no es esa “la obra” de la Iglesia. “La obra” es llevarlos a que crean en Cristo y tengan vida eterna, que consiste en que conozcan al Padre, y al que Él ha enviado, a Jesucristo. Y, sin embargo, vemos a veces que para algunos eso de la vida eterna es “música celestial”. Que nos da una pena inmensa ver a hombres hambrientos -lo cual es justo- y no nos da ninguna pena que no conozcan a Dios, que no tengan vida eterna. Ahí está el mal, la tentación.

Remedios espectaculares

La segunda tentación, en el orden que nos propone Mateo, es en la que el demonio le invita a tirarse del pináculo del Templo. Es una tentación extraña. Y es que el demonio es extraño ciertamente. Es muy inteligente, pero raro, incluso un tanto grotesco.

Le lleva al pináculo del templo y le dice: Tírate abajo (Mt 4,6). La propuesta no se sostiene, ciertamente. Porque claro, se lo dice porque está escrito -de nuevo la idea de que el Mesías no podía sufrir- que al Mesías los ángeles le llevarían en sus palmas para que su pie no tropezase en las piedras. Así que: “Tírate abajo, que está ahí la ciudad de David, la gente, y como los ángeles te ayudarán y no te harás daño, caerás como un príncipe, la gente lo verá, y te aclamará unánimemente como Mesías, porque bajas del cielo”. Como vemos, todo un despliegue de espectacularidad.

Pero esto es absurdo, es ridículo. ¿Cómo que “baja del cielo” si se está tirando del pináculo? Es una mentira, un engaño. Y va en la línea de entender el “bajado del cielo” de manera literal, espectacular. Jesús había bajado del cielo en el seno de María Virgen, no así espectacularmente, del pináculo del Templo.

¿Cuál será la respuesta de Jesús a ese “circo” montado por el demonio? Está escrito: “no tentarás al Señor tu Dios” (Mt 4,7). “Lo que tú me propones es tentar a Dios, porque es proponerme algo yo por mi cuenta, a sugerencia tuya, y esperar que Él haga un milagro para sacarlo adelante”.

¿Esta tentación se da en nosotros? Hombre, precisamente tirarse de la torre, no. Pero lo de hacer uno los planes triunfales, y esperar que Dios haga milagros para que resulten bien, esto es más frecuente. Y Dios ayuda, cierto. Ayuda al que cumple su voluntad, pero no al que pretende que Dios le ayude a sacar adelante lo que su amor propio le dicte, lo que él se monta a su manera. Conviene tenerlo muy presente. Es importantísimo emprender las cosas en verdadera docilidad a la voluntad de Dios, al Espíritu Santo.

La gloria del mundo

Y por fin ya se desenmascara y le dice: Todo esto te daré si postrándote me adoras (Mt 4,9). “Sólo una condición: que me adores, que me sirvas, que te pongas a mis órdenes”. De nuevo el gran empeño del demonio es, con excusa de obtener el éxito que promete, desengancharle de la docilidad a Dios, de la adoración y el servicio de Dios.

La respuesta de Jesús es clarísima: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto (Mt 4,10). Toda la obra del Mesías será adoración y servicio del Padre. Siempre. Lo que agrada al Padre lo hago. Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre. Entonces el diablo le deja hasta la ocasión siguiente oportuna, y los ángeles le servían (cf. Mt 4,11)

Estas son las tentaciones de Jesús. Y las nuestras. Las hemos de pasar todos. Muchas veces oiremos eso: “Si tú eres el Mesías… si tú eres el sacerdote o la religiosa de hoy… si tú eres un cristiano del siglo XXI… tú tienes que hacer esto, esto y esto, porque es lo que el mundo espera de ti”. Y lo que el mundo espera de mí a mí me interesa, porque puede ser que espere cosas fundadas. Pero no es determinante, porque el mundo no entiende el camino verdadero del cristiano. Lo que me interesa es: “¿Qué espera Cristo de mí como discípulo suyo en el mundo concreto de hoy?”. Y superar toda tentación, manteniendo la fidelidad al Señor hasta la muerte.

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