Navidad-Epifanía: dos fiestas, un solo misterio

La adoración de los Magos
La adoración de los Magos (Albrecht Dürer)

Francisco Castro, Diácono Permanente | La Navidad y la Epifanía son dos festividades que celebramos cada año los cristianos, pero ¿desde cuándo lo hacemos? ¿Cuál es su origen?

Dos fiestas, un solo misterio

La Navidad y la Epifanía fueron en el principio una sola fiesta con un objetivo común: la Encarnación del Verbo. Y es éste el motivo por el cual nadie discute que las fiestas del 25 de diciembre y del 6 de enero celebran el mismo misterio, el mismo acontecimiento redentor: la manifestación y la presencia salvadora del Hijo de Dios hecho hombre en la historia, en comunión solidaria con el género humano. Nos encontramos ante dos fiestas distintas, la primera conocida como Navidad y la segunda como Epifanía. Cada una de ellas con distinto origen y nombre y celebradas en fechas diferentes, pero ambas elogian un mismo e idéntico misterio redentor.

Origen de la Fiesta de la Navidad

La Navidad es una fiesta de origen occidental, para ser más exactos de origen romano. La primera noticia que tenemos sobre la Navidad nos la proporciona el “Cronógrafo romano” del año 354, atribuido a Dionisio Filócalo. Esta obra es una especie de calendario romano que contiene en una de sus partes la lista de los principales mártires de la Iglesia de Roma, y dice expresamente que “el día octavo de las calendas de enero nació Cristo en Belén de Judá”; noticia que comporta que el 25 de diciembre se celebraba en Roma una fiesta de Navidad o Nacimiento de Jesús.

Es evidente que el 25 de diciembre no es la fecha histórica del nacimiento de Jesús y tres son las hipótesis más razonables que se han manejado para la elección de este día:

La primera hipótesis plantea que la Iglesia de Roma suplantó la fiesta pagana del “Natalis (solis) invicti”, o fiesta el Sol Invicto, establecida el 275 por el Emperador Aureliano con motivo del solsticio de invierno. El culto al sol estaba muy en boga en aquel periodo de paganismo decadente, y durante el solsticio de inverno se hacían solemnes celebraciones. Para alejar a los fieles de estas fiestas idolátricas, la Iglesia hizo un llamamiento a los cristianos a fin de que recordaran el nacimiento de Cristo, verdadera luz que ilumina a todo hombre y verdadero sol de justicia.

La segunda hipótesis expone que la Navidad es la fecha que debía celebrar el nacimiento, dado que la concepción de Jesús (según el cálculo de la fecha de su muerte) habría tenido lugar el 25 de marzo.

Y la tercera nos indica que la Navidad es la fiesta que nace como consecuencia de las definiciones dogmáticas del Concilio de Nicea (325) que trata de afirmar y difundir la fe auténtica en el misterio de la Encarnación.

De las tres hipótesis ésta última parece ser la más razonable (aunque la más extendida y admitida sea la primera), pues su difusión fue tan rápida, que a finales del siglo IV ya se celebraba la Navidad en el norte de África, España, Constantinopla, Capadocia, Antioquia, etc.

Origen de la Epifanía

La Epifanía es una fiesta de origen oriental. El término griego epifanía significa auto notificación, entrada poderosa en la notoriedad, y se refería a la llegada de un rey o emperador, aunque también podía indicar la aparición o intervención maravillosa de una divinidad. No es extrañar por ello que en  Oriente se haya dado el nombre de epifanía a la fiesta del nacimiento del Señor, a su aparición en la carne.

Ya en el s. II se tiene noticia de una fiesta cristiana, celebrada por alguna secta gnóstica el 6 de enero, con la que se conmemoraba el bautismo de Jesús. La primera noticia de la fiesta celebrada en medios ortodoxos procede de san Epifanio en el s. IV, refiriéndose al nacimiento humano y encarnación perfecta del Verbo.

La ocasión del surgimiento de la fiesta de la epifanía en Oriente no es muy diferente de aquella por la que surgió la navidad en Occidente. Los paganos celebraban también en Oriente y particularmente en Egipto, la fiesta del solsticio de invierno. La elección por parte de los cristianos del 6 de enero, trece días después del 25 de diciembre, se debería a que entonces era más patente el aumento de la luz solar, y celebraban la navidad para evidenciar que Jesús al nacer aquel día demostraba ser la verdadera luz.

Es en la segunda mitad del s. IV cuando se introduce esta fiesta en Occidente, primero en la Galia, después en la Iglesia hispana, y en Roma se celebra ya en tiempos de san León Magno en el s. V. Sin embargo, en Occidente cambió su significado y vino a ser la fiesta de la “revelación de Jesús al mundo pagano” cuyos prototipos eran los Reyes Magos, peregrinos a Belén para adorar al Salvador recién nacido. A este acontecimiento se unía el recuerdo del Bautismo de Jesús y su primer milagro en Canaán.

Este ciclo de Navidad-Epifanía es el de la manifestación del Señor, que ilumina al mundo. Dios se manifiesta por la Encarnación del Hijo en el seno virginal de María por obra el Espíritu Santo. Y esta Encarnación tiene por objeto y finalidad la redención de todos los hombres, por eso estas fiestas son el comienzo de la redención humana. Vivamos pues con gozo que el Señor se ha hecho carne entre nosotros y mostremos esta alegría al mundo entero.

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