Mientras el mundo gira
| Llegaron nuestras ansiadas vacaciones de verano, después del estrés de los exámenes, de los agobios del trabajo, del ajetreo del día a día. Así, el mundo gira y, como todo, también el momento de tener tiempo para hacer lo que queramos llega. Pero, ¿qué es eso que tanto ansiamos? ¿Por dónde empezamos? ¿Para qué queremos el tiempo?
Hablando esta semana con una chica, me decía que este curso no le había ido bien. Resulta que ella estaba apuntada a una actividad extraescolar pero, para tener más tiempo para estudiar, se había desapuntado. Sin embargo, le había sucedido que no aprovechaba las tardes porque cuando las tenía libres, no sabía cómo sacarles el máximo provecho. “Como tengo tiempo suficiente, me relajo y no hago nada”, me expresaba. Eso me llevó a pensar en la necesidad de tener una motivación, un motor de energía que rentabilice nuestros esfuerzos. Esta chica, cuando tenía alguna actividad, volvía con fuerzas renovadas y se esforzaba mucho en los estudios, aunque a veces pensara que no le daba tiempo.
De la misma forma, a veces andamos tan centrados en hacer todo lo que nos proponemos que nos volvemos ineficaces. El otro día leí un post de Instagram que decía: “puedes pisar el acelerador tanto como quieras pero, si no hay gasolina en el tanque, el automóvil no se moverá”. Ahora es nuestro momento de atender a los indicadores para revisar nuestro motor, de exprimir nuestro tiempo y aprender a disfrutar cada vez más de nuestras vidas.
Hace poco sacaron una canción de Hakuna, titulada Noche, que a mi me ayuda mucho para reflexionar y rezar. En ella hay una frase que me deja siempre huella: “por los que hoy es su última noche y cuyos ojos no verán el nuevo día”. Este tiempo atrás la escuchaba en el autobús, deseando llegar a mi destino y centrada en mis preocupaciones, y me hacía mirar por la ventanilla con un brillo distinto. En otro punto escuchamos: “por los niños que descansan en el seno de sus madres”. ¡Cuántas vidas se funden con Dios para volverse eternas y cuántas otras apenas vislumbran los primeros haces de luz de este mundo! Y los demás casi sin darnos cuenta. Mientras el mundo giraba, Dios se hacía hombre en un pequeño pesebre y, mientras seguía girando, resucitaba en un sepulcro a solas. Es increíble que ese hecho aislado en medio de tanto giro haya trascendido a la historia y a nuestros corazones de una manera tan insondable.
También el mundo gira hoy, pero para nosotros no es un día cualquiera, ni lo será mañana. Nuestro tiempo es muy valioso siempre y no podemos desperdiciarlo. Para ello, debemos tener en cuenta dos factores. Primero, ponernos pequeños objetivos para cada momento: contagiar la sonrisa, escuchar a quienes necesitan consejo, abrazar a nuestros amigos, ayudar a nuestros padres… es importante encontrar un objetivo que merezca nuestro tiempo y nos llene de verdad. Segundo, debemos encontrar una fuente inagotable de energía: un amor que “es paciente, es benigno; (…) no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad” (Corintios 13, 4-6). Ese amor perfecto… el Amor de Dios, que nos llena e impulsa… mientras el mundo gira.