Marcelino de la Paz S.J., apóstol contemporáneo del Corazón de Jesús en Valladolid
| Marcelino de la Paz y Bustamante, jesuita montañés, natural de la villa de Potes, nacido en 1842 y fallecido en 1932 en Valladolid. Se ordenó sacerdote en la diócesis de Palencia en 1867 y ya en ese año impulsará el Apostolado de la Oración en el seminario de Palencia, dejando una huella imborrable en la década siguiente, en la colaboración con su obispo y en la pastoral de la ciudad, participando en la fundación y desarrollo de la Propaganda Católica Palentina desde 1868. A Marcelino de la Paz se debe principalmente el inicio del Apostolado de la Oración en España, al haberlo implantado en el seminario palentino en 1868, siguiendo los cauces establecidos por el P. Enrique Ramière. Habiendo sentido la llamada vocacional a la Compañía de Jesús desde muy joven, retoma ese camino en 1877 ingresando en el noviciado jesuita de Poyanne (Francia).
Mucho se puede hablar del P. Marcelino de la Paz, pero poco se entenderá sin conocer a fondo su vinculación e identificación con la Gran Promesa de Bernardo de Hoyos y su amor incondicional al Sagrado Corazón. Desde el noviciado de Poyanne se confidenciaba con su maestro de novicios:
“Yo quiero penetrarme más y más practicante de esta devoción, y quiero experimentar en mí mismo su divina eficacia, y vivir en esta vida oculta de la Eucaristía la vida interiormente activa del Sagrado Corazón de Jesús, imitándole en oraciones, deseos y sacrificios interiores, suplicándole que inspire a todos los padres y hermanos de la Compañía un gran celo para extender esta devoción”.
En el seminario Central de Salamanca, dirigido por la Compañía, contribuyó a partir de 1881 a su resurgimiento, como colaborador directo de su rector el P. Luis Martín, futuro prepósito de la Compañía de Jesús. Una corta etapa vallisoletana en el mes de agosto de 1884, le dejará una huella indeleble marcada por tres hitos sucesivos: sus ejercicios espirituales impartidos por el padre Miguel Gascón, que le abren una vez más al discernimiento profundo de su vida y al querer de Dios que le llama; el encuentro entrevista con su superior, el P. Muruzábal, que le confirmará su nuevo destino en la revista de El Mensajero del Corazón de Jesús en Bilbao, junto al P. Luis Martín de nuevo; y su visita a San Esteban, antiguo templo de san Ambrosio, de perenne recuerdo para la Compañía, por su historia marcada por las revelaciones del Corazón de Jesús a Bernardo de Hoyos, que le abrirá a su concreta y específica misión, particularizada en un voto, que se confirmaría dos meses después. Lo que se resolvió en su alma en estos días para su vocación corazonista fue “una grande y determinada determinación”, por traducirlo con un término muy ignaciano, que el P. Paz resumirá así.
«Me ocurrió, escribe…, consagrarme al S.C. de J. Con todas veras, para que N.S. haga de mi lo que quiera y yo cuanto pueda por la gloria de su S. Corazón». El permiso requerido de sus superiores para concretar este voto le fue concedido el 24 de octubre de 1884 y se materializó al día siguiente, como él rubrica, bajo la protección de Margarita María de Alacoque, y el P. La Colombière, teniendo como intercesores especiales a los Padres Bernardo de Hoyos, Cardaveraz y Calatayud.
En octubre de 1884, desde Bilbao, consagrará su vida a la extensión de la devoción al Sagrado Corazón por medio de la revista de El Mensajero y el Apostolado de la Oración, convirtiéndose en el artífice fundamental desde esa plataforma apostólica para implantar infinidad de centros del Apostolado en España, siendo la personalidad más significativa en este ministerio asumido por la Compañía en esa época (1884-1889). En 1885 propondrá la consagración de España. Desde su destino posterior en la Coruña, a partir de 1889, como misionero itinerante por Castilla, dio abundantes frutos en su tarea misional y catequética, sin abandonar la gran misión corazonista en la promoción de la devoción.
A su llegada a Valladolid, acometería la doble responsabilidad de dar alas a la obra docente y social iniciada por el P. Colina, y sumarse al proceso informativo del P. Hoyos en vías de gestación. Respecto de la primera encomienda, la consiliaria y dirección de la Asociación Católica de Escuelas y Círculos, había precedido a la Rerum novarum, de León XIII en 1891, y será en el tiempo de del P. Paz, la expresión genuina de su aplicación en el ámbito obrero de la incipiente revolución industrial en España, y precedente del sindicalismo católico confesional, iniciado por el P. Nevares en Valladolid a partir de 1912.
Contribuiría el buen Padre igualmente al reinicio de las obras de la Iglesia del Sagrado Corazón, necesidad de la Compañía restaurada en Valladolid, que felizmente se inauguró en 1896, para convertirse en el epicentro espiritual de la acción pastoral de la Compañía en Valladolid, completado con la dotación de la residencia de los Padres anexa a la Iglesia, pero que se inauguraría en 1907.
Respecto de la segunda encomienda, vinculada con su voto de 1884, incluía todo lo demás, y sería el norte de todas sus actuaciones, desde su llegada a Valladolid, adherido a la realidad, con toda su carga simbólica, de la antigua iglesia y colegio de san Ambrosio, reconvertida en parroquia de San Andrés, y que aspiraba a convertir en el centro de la piedad vallisoletana y de la iglesia entera, como continuidad, de ese venero de espiritualidad iniciado con Margarita María de Alacoque en Francia (siglo XVII), y prolongado con Bernardo de Hoyos en España (siglo XVIII) y al que Marcelino de la Paz se sumará en conexión con la causa de beatificación de Bernardo, para reavivar una hoguera de piedad en la España del último tercio del siglo XIX y el principio del XX, desde la centralidad del Corazón de Cristo. El proceso informativo de la causa de beatificación y canonización se inició el 17 de octubre de 1895, fiesta de santa Margarita María de Alacoque, en la capilla del Colegio de los Escoceses, antes de San Ambrosio. Como director del Apostolado de la Oración de Valladolid, será a partir de 1915 cuando por su medio la archidiócesis de Valladolid se sumará a las iniciativas del “Secretariado Central de la Entronización” del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, consiguiendo la adhesión de más de 2000 familias vallisoletanas.
El P. Manuel Revuelta, historiador de la Compañía fallecido hace dos años, fue clarividente en su juicio: «En Valladolid las revelaciones del P. Hoyos reforzaron la devoción, con la incansable insistencia y especial mediación del P. Paz. El esplendor del culto, la devoción eucarística y la mística de identificación con la persona del Salvador encauzaban la piedad de los fieles».
De aquel amor brotaba una inquietud misionera, con una especial sensibilidad para captar las necesidades más perentorias que crecían en los barrios de nueva creación de Valladolid. Será en 1904 cuando este corazón ardiente se abra al barrio de las Delicias, para iniciar los primeros pasos conducentes a la construcción de la iglesia de Ntra. Sra. Del Carmen de las Delicias, y de unas escuelas adyacentes. En 1905 se sumará al proyecto del arzobispo José María de Cos, para iniciar el Patronato de Niños Desamparados de la ciudad, respuesta eficaz y compasiva ante el drama social de la juventud abandonada. Se aproxima al suburbio vallisoletano de la Maruquesa, para hacer realidad en 1906 la erección de una capilla, primer paso de un centro catequético. A partir de 1907 dejará su huella en el barrio de los Vadillos, al empeñarse con un matrimonio amigo de benefactores en la construcción de la Iglesia de La Pilarica, junto al Canal del Esgueva, hoy recordada por la misión obrera de la Compañía en aquel barrio en la transición española hacia la democracia. Y en ese año se concluye de su mano para los PP. de la Compañía la residencia aneja a la Iglesia del Sagrado Corazón. Se convirtió en un vocero de la buena nueva del evangelio por las calles de los nuevos y polvorientos barrios surgidos en Valladolid, propios de la revolución Industrial. Esta asistencia y presencia en la periferia de la ciudad la mantuvo en la siguiente década hasta el agotamiento de sus fuerzas.
Religioso ejemplar, docente, predicador, director de ejercicios espirituales, confesor y misionero, impulsor de obras sociales, amigo de los débiles, protector de niños abandonados, un dechado de humanidad y un hombre de Dios, verdadero samaritano para los barrios pobres de Valladolid. Y también apóstol de Liébana. El pueblo de Valladolid le rindió multitudinaria despedida camino de Ntra. Sra. del Carmen de Extramuros, un 30 de enero de 1932.
Nota: Se ha dado a conocer su biografía con la publicación de la obra “Una luz encendida en la ciudad. Marcelino de la Paz, S.J. (1842-1932)”, Ediciones Encuentro, Madrid 2020, de Manuel de los Reyes Díaz. Obra patrocinada por “Jesuitas Provincia de España”, “Diócesis de Santander” y “Asociación de la Santa Cruz de Liébana, Potes, contando con la colaboración del ‘Arzobispado de Valladolid’, el Obispado de Getafe, la Obra del Santuario de la Gran Promesa” y la “Fundación Padre Marín Triana”.