Llegar hasta el final
Fr.
, OCD | En la oración meditamos la vida de Cristo, su Palabra o la grandeza ejemplar de los santos que siguen de diversos modos al Hijo de Dios. En esa meditación interviene el pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo. Gracias a ello podemos profundizar en las verdades de nuestra fe, promover la conversión de nuestro corazón y salir fortalecidos con la firme determinación de seguir al Rey de reyes, a Cristo Rey.Y el proceso no puede quedar ahí sin mas, que no es poco, sino que tiene llegar hasta lo más profundo, hasta el fondo, hasta lo más importante: conocer el amor de Cristo Jesús y alcanzar la unión con Él. Esta es la meditación perfecta que nos abre la puerta a la contemplación. Pero nos quedamos en la meditación. Es importante afianzarnos antes de seguir adelante. No hay que correr. Tenemos que revisar cómo se encuentra nuestra fe, cómo de duro o de blando está nuestro corazón y cómo hallamos nuestra fuerza para empezar a dar pasos.
Si nuestro pensamiento está centrado en Dios, la imaginación nos ayuda a “recrear” a Jesucristo a nuestro lado, la emoción nos invade para contagiar a los demás el amor que recibimos del Corazón de Jesús, y el deseo nos empuja a salir de nosotros mismos y proclamar sin miedo en medio de nuestro hogar, familia, trabajo, amigos, pueblo o ciudad que Cristo vive, que Cristo reina, que Cristo es el único Salvador; entonces es que vivimos nuestra vida de oración de un modo muy correcto y provechoso. Es la meditación de la vida de Jesús recogida en los evangelios la que nos hace entrar en ese Corazón Sagrado que no se cansa nunca de amar, de perdonar, de sanar a todos los que se acercan a Él por decisión propia y también a aquellos que con nuestra oración llevamos a sus pies.
Termina un año y comienza otro. Dejamos el año del Corazón de Jesús y se abre ante nuestras vidas otra experiencia nueva. Lo bueno e importante es que no olvidemos lo que hemos vivido todo este año dedicado a conocer, a amar, a seguir de verdad al que nos ha dado todo y nos abre las puertas del cielo. Dicho de otro modo, a penetrar en la entraña más íntima de Dios, en su Sagrado Corazón. Ahora tenemos que permanecer ahí; sino basta con responder en primera persona las siguientes preguntas: ¿Qué ganamos con salirnos?, ¿Cuánto perdemos si no nos unimos del todo a Él?
Vamos a unirnos de verdad a ese Corazón divino que no quiere más que seguir amando siempre, siempre, siempre. Eso nos enseña Santa Teresa de Jesús; para ello nos da la mano, para que aprendamos a vivir de este modo, sabiendo que a ella también le costó entrar por este camino: “Yo estuve más de catorce años que nunca podía tener aún meditación sino junto con lección [lectura]. Habrá muchas personas de este arte, y otras que, aunque sea con la lección no pueden tener meditación, sino rezar vocalmente, y aquí se detienen más” (Camino de Perfección 17,3). Si caminamos con esta gran maestra de oración sin duda alguna llegamos hasta el final del camino. Seguro y sino haced la prueba.