¡Jesucristo está vivo!

Resurrección

Ricardo Barral Torres | Antes de nada quiero puntualizar que aunque el presente testimonio, mi historia pudiera parecer, es más bien la historia de cómo el Espíritu Santo ha actuado sobre mí. Dicho esto y sin ánimo de que mi conversión se pudiera malinterpretar como un cambio repentino y drástico de mi fe en un momento culminante, quiero constatar que mi conversión ha sido fruto de un proceso de años, en los que Dios me ha ido moldeando.

Para empezar os confesaré que parto de una base nada creyente a excepción de mi educación materna en la fe de los Testigos de Jehová, sin embargo al morir mi madre cuando yo tenía tan solo 13 años, mi fe se desploma, hasta tal punto que paso de tratar de obedecer a Dios a odiarle. Mi vida durante la adolescencia quedó marcada por una ausencia total y absoluta de Dios, yo era quién daba los pasos pertinentes, yo quién decidía mi vida, yo, yo, y después yo en todo lo que respectaba a mi vida.

Un buen día, decepcionado por los varapalos del sinsentido, tuve contacto con un grupo de jóvenes que me acercaron de nuevo a Dios. Dicho grupo de JEC (Juventud Estudiante Católica) me enseñó que a Dios le importa mi vida, pasé del Dios autoritario, del cual nada comprendía, al Dios amor que parecía quererme y que incluso le importaba.

Durante años en dicha línea del Dios amor y de la fe-acción, fui creciendo durante toda mi juventud. Me sentía fascinado por Jesús de Nazaret, un gran hombre que quiso cambiar el mundo, hizo grandes prodigios y hasta dio su vida por darnos a todos una nueva oportunidad de ser buena gente. Pero esta fe así planteada tiene un problema, que se basa en un Jesús histórico, no en un Cristo que además de vivir y morir en la cruz ¡También resucitó! Sí señor, he ahí el punto de inflexión de un salto cuantitativo y cualitativo en la fe ¡¡Jesucristo está vivo y está en con nosotros!!

¿Cómo descubrí todo esto en lo más profundo de mi ser? Todo tuvo lugar el viernes de la semana del Corazón de Jesús de junio de 2012, aquella noche, una noche de Luz y Misericordia Dios me tocó, de dos formas cuanto menos sorprendentes.

Para empezar por vez primera recibí el perdón de Dios mediante el sacramento de la reconciliación. Recuerdo aquella primera confesión en la que llevaba conmigo todo lo que arrastraba desde mi nacimiento, una vez expuesto a la luz y sanado con la Misericordia de Dios, sentí como una gran losa se me quitó de encima, me sentía liberado de mi pasado, de mi sinsentido, de mis rencillas con Dios.

La segunda y no menos conmovedora en mis entrañas, fue el acercamiento a Cristo presente en el Santísimo. Todo aquel Jesús histórico cobró vida de Cristo resucitado en mi ser, aún recuerdo cuando me presentaron ante Él, me dijeron que podía pedirle lo que más anhelara en mi corazón. Desde ése primer contacto con Cristo mi Señor, mi vida ha cambiado, he apostado con mayor firmeza por Dios y por cultivar la fe. Antes pretendía ser como una oveja en medio de lobos, pero tan solo por un ideal. Ahora no se trata de un simple ideal, sino de una certeza, pues Dios está conmigo y con todo aquel que de verdad desee creer en Él.

Todo esto se traduce en una espiritualidad viva, no solo de acción social, ni tampoco de espiritualismo de rezo simple. Ahora mi espiritualidad con base y fundamento en Dios Padre, Hijo en Jesucristo, el Santo Espíritu y nuestra Madre celestial Santa María Virgen. Todos ellos en un solo Dios y una sola fe, son la base, principio y fundamento de lo que me empuja desde lo más profundo de mi ser a dar lo mejor de mí mismo tanto en cuerpo como en espíritu, tanto en la acción como en la oración, pues es desde esa comunión con el Padre donde me nace querer ser mejor persona en todas las facetas de mi vida. Pues es Dios, es Cristo, es el Santo Espíritu el que habita en mí y no yo quien vive en mí.

Para finalizar quisiera insistir tan solo en unas pinceladas que conforman un gran mensaje:

“Dios está contigo, Jesucristo está vivo y su espíritu está con todos nosotros, que no nos quedemos sólo con recitarlo en el Credo. ¡Creámonoslo de verdad! Pues nada debes temer, el Señor está contigo y en verdes praderas te hará recostar tras la misión que como buen cristiano has de llevar a cabo. Dar testimonio de la fe que profesas y servir a tu prójimo más allá de toda barrera”. Solo así acción y fe quedan completamente ligadas y repito, nada has de temer pues Dios a través del Espíritu Santo tu fuerza y tu descanso será.”

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