Dios te salve, María…
| Para acercarnos a nuestra Madre de un modo muy especial contamos con el Avemaría. Rezar el Avemaría es alegrarnos en Dios por tener a tal Madre y recordar ese anuncio gozoso de que es elegida para ser la Madre de Dios, y por eso es la llena de gracia y el Señor está con Ella, es más, se hace carne en su seno. Esto la eleva a ser la mujer bendita entre todas las mujeres de la historia de la humanidad. No hay otra mujer como María Virgen porque sólo Ella tiene la dicha de engendrar el fruto más esperado, aclamado y venerado que podemos encontrar en todo el universo: su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Y no se olvida de sus hijos, intercede ante Dios en todo momento de nuestra vida, y sobre todo en la hora de pasar de este mundo al otro, de esta vida terrena a la vida celestial.
Por esto que acabo de decir pienso que si queremos entrar en el misterio de María, la Virgen Madre de Dios, tenemos que acercarnos a esta oración y rezarla con toda paz para que descubramos en cada palabra que elevamos al cielo la presencia viva de Nuestra Madre en la vida personal de cada uno de nosotros. Podemos repetir muchas avemarías seguidas como en el Rosario, pero también es posible rezarla muy despacio una sola vez y saborear cada invocación para hacerla nuestra, y desde nuestro corazón de orantes encontrarnos de verdad con María y con Ella entrar de lleno en el corazón de su Hijo. Es una invitación ¿quién se apunta? Santa Teresa lo había insinuado en el Camino de Perfección después de comentar el Padrenuestro, pero se excusa y nos deja la propuesta para que la llevemos a cabo nosotros: “También pensé deciros algo de cómo habéis de rezar el Avemaría mas heme alargado tanto, que se quedará; y basta haber entendido cómo se reza bien el paternóster [padrenuestro] para todas las oraciones vocales que hubiereis de rezar” (Camino de Perfección Escorial 73, 2).
En este tiempo en que nos encontramos, la Pascua y el mes dedicado a Nuestra Madre, pienso que sería algo muy provechoso aceptar la proposición de la Santa de Ávila y orar con calma el Avemaría. Comencemos: Dios te salve, María…