De la ceniza a la Resurrección
, Diácono Permanente | Este miércoles 14 de febrero, mientras los enamorados celebran su día evocando a San Valentín y los escolares vuelven a las aulas después de las vacaciones de Carnaval, en la Iglesia Católica inauguramos la Cuaresma con el rito austero de la imposición de las cenizas.
La Cuaresma es un tiempo de conversión, un tiempo que la Iglesia nos marca para arrepentirnos de nuestros pecados, para cambiar algo de nosotros, para ser mejores personas y vivir más cerca del Salvador. Es tiempo de escucha de la Palabra de Dios, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las “armas de la penitencia cristiana”: la oración, el ayuno y la limosna. (Mt 6,1-6.16-18)
Para los cristianos es el comienzo de un largo camino lleno de etapas que concluirá con el Triduo Pascual, tras el cual llegaremos al Domingo de Pascua, al glorioso Domingo de Resurrección del Salvador. Cada una de estas etapas tiene sus propias características, algunas de las cuales voy a intentar reseñar de una forma muy breve.
Miércoles de Ceniza
El Miércoles de Ceniza es el día que comienza la Cuaresma y no el día en que acaba el carnaval como algunos nos quieren hacer creer. El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (125) nos dice que este día se caracteriza por el austero símbolo de las Cenizas que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza.
Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente, que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal.
Cinco Domingos de Cuaresma
Durante estos cuarenta días el color litúrgico es el morado. Las lecturas del Evangelio están distribuidas de la siguiente manera: en los domingos primero y segundo se conservan las narraciones de las tentaciones y de la transfiguración del Señor, aunque leídas según los tres sinópticos. En los tres domingos siguientes se han recuperado para el año de ciclo A, los Evangelios de la samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro. Estos evangelios, como son de gran importancia en relación con la iniciación cristiana, pueden leerse también en los años de ciclo B y C.
Semana Santa
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor y termina con la Misa vespertina del Jueves: la cena del Señor.
El Domingo de Ramos comprende a la vez el triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión. Conmemoramos la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Una procesión que se celebra en todo el mundo católico. Los ramos y ramas de olivos que previamente han sido bendecidos y que llevamos en la procesión son los que guardamos en nuestros hogares el resto del año, no como una superstición para evitar los malos espíritus, o como amuletos, sino como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual.
Triduo Pascual
El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina del Jueves Santo y concluye con la oración de vísperas del Domingo de Pascua. Estos tres días se celebran como un único día: el Viernes y el Sábado Santo no se celebra la Eucaristía, hasta que con la Vigilia se comienza ya la celebración del día tercero y definitivo. Es un triduo de la pasión y resurrección de Cristo, que abarca la totalidad del misterio pascual.
El Jueves Santo es el último día de la Cuaresma y a la vez, a partir de la Misa Vespertina, se inaugura el Triduo Pascual. Es el día en que Cristo, en su cena de despedida antes de su pasión, instituyó la Eucaristía, dio la gran lección de humildad al lavar los pies a sus apóstoles, y les constituyó a ellos sacerdotes mediadores de su Palabra, de sus sacramentos y de su salvación.
El Viernes Santo, o Pascua de Cristo crucificado como le llamó San Agustín, no es un día de luto, pero sí el día en que la comunidad se consagra a la mediación adorante de la Cruz. No hay Eucaristía, se celebra la Palabra seguida de la plegaria universal y se adora la Cruz.
El Sábado Santo tiene todo el día un tono de silencio contemplativo del misterio de un Cristo que ha bajado al lugar de los muertos, es el día de Cristo en el Sepulcro.
Si el Viernes es la Pascua de Cristo crucificado y el Sábado es la de Cristo en el Sepulcro, el Domingo es la de Cristo Resucitado. El Domingo de Resurrección, la Pascua de Resurrección es el punto culminante de todo el año litúrgico. Es la fiesta de las fiestas. Es la solemnidad de las solemnidades. El misterio de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte.
Vivamos, pues, con la fe propia de los cristianos estos días que van desde el Miércoles de Ceniza al glorioso Domingo de Resurrección, y demos testimonio al mundo que el Señor resucita para la salvación de todos.