Cuore di Gesú. En el corazón mismo del Sagrado Corazón de Jesús

Cuore di Gesú

Ana García | Nacidos en el entorno de la Basílica, bajo el amparo del Sagrado Corazón de Jesús, nuestros inicios fueron una sucesión de ‘casualidades’. Tras la ordenación de un gran amigo presbítero, en septiembre de 2015, y ante su inminente Cante de Misa, un grupo de amigos enamorados de la música, todos nosotros miembros muy activos de nuestras respectivas parroquias y la vez muy vinculados espiritualmente con la Basílica de la Gran Promesa, decidimos organizarnos y preparar una Misa especial en la Parroquia donde se celebraría este evento.

Aquel día fue una experiencia, podríamos decir, reveladora, porque nunca antes nos habíamos juntado para cantar tan en serio. Fue algo especial porque descubrimos que cantando juntos sentíamos una profunda comunión y que detrás de aquello había una llamada.

Fue a partir de entonces cuando, poco a poco, fuimos creciendo en número y en deseos de formar un coro, juntando nuestras humildes y sencillas voces, con un único objetivo, atender y servir en todas aquellas Celebraciones Eucarísticas para las que nos invitasen. Así surgió nuestro carisma. Somos un grupo muy diverso desde el punto de vista personal, venimos de lugares muy distantes y dispares, pero, como por obra de Dios (así lo consideramos), nos reunimos siempre que se nos requiere para una única razón: servir al Señor evangelizando mediante el canto, tratando de embellecer las Eucaristías y así poder servir de instrumento para la oración.

El caso es que somos un coro atípico pues, la verdad, que no somos especialistas en música. Quizás ahora haya alguien más entendido y ya tenemos clases pero los comienzos fueron muy pobres, simplemente nació de un deseo enorme de servir cantando, de orar cantando. Y esto nos basto para adentrarnos en esta experiencia que emociona, con la que acabamos a veces las Misas llorando por la comunión tan fuerte que sentimos entre todos en la Eucaristía. No se puede explicar con palabras, hay que vivirlo. Solo sé que es un gran bien que también a nosotros nos lo hace. Hemos encontrado en esto un nexo de unión y de sentirnos más cerca de Dios. Algo que yo siempre quiero transmitir más allá de que lo hagamos mejor o peor.

Para todos nosotros es un privilegio, nunca merecido, el poder estar siempre presentes en las Misas y Celebraciones que, por gracia de Dios, participamos. Si bien tratamos de mejorar siempre, no buscamos ninguna gloria ni gratificación terrena, nuestro objetivo es poder ayudar, en alguna medida, en la oración. Como muy bien escribió san Agustín: ¨El que canta ora dos veces; pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta¨.

Hemos elegido la línea de Marco Frisina, el director de coro de la Diócesis de Roma, un compositor actual muy prolífico. Estoy enamorada de sus composiciones. En diciembre pasado, cuando estuvimos en Roma, tuvimos el privilegio de conocerle personalmente y le transmitimos la emoción que nos causan sus canciones. Ese es el tipo de canciones que nos gusta con la finalidad de embellecer la Eucaristía lo más posible y hacer entender a la gente que en cada Misa sucede un gran milagro y centrarnos en lo que está aconteciendo en ese momento. Buscamos canciones que nos eleven al Cielo, que ayuden a rezar, a entender que en ese momento estamos viviendo lo más grande, bonito e importante que puede haber en la vida: el Misterio de la Eucaristía.

Si bien, la mayor parte de las celebraciones en las que participamos, se centran en el Santuario-Basílica de La Gran Promesa, cantando en Misas, Vísperas y Vigilias de Oración por el Santo Padre, es cierto que estamos siempre dispuestos a participar en cualquier celebración de nuestra Diócesis, si así nos lo piden. Solamente hay un horizonte: Glorificar a Dios, y así lo sentimos y manifestamos. Es una bella manera de servir, orando y cantando.

Por otra parte, como grupo nos hacemos mucho bien unos a otros. Somos como una fraternidad, nos ayudamos, nos implicamos unos con otros. Cuando hacemos viajes intentamos ir el mayor número posible y nadie se queda sin ir por problemas económicos. Hemos descubierto que a pesar de nuestras diferencias, heridas y limitaciones, nos ayuda, somos hermanos y Dios nos hace dignos de cantar en su presencia. Es un gran regalo lo que tenemos. La música nos ha unido en torno al Corazón de Jesús y experimentamos fuertemente la compañía del Espíritu Santo en infinidad de celebraciones… parece un milagro.

Que Dios Nuestro Señor nos guarde y que siempre se haga su voluntad. El sabe que estaremos siempre a su humilde servicio. Que así sea.

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