San Isidro labrador, ejemplo de vida

San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza

Jesús García Gañán, Presbítero | La Semana Santa llama ya a la puerta de nuestro corazón, y nos invita a disponerlo todo para poder sentir dolor con Cristo dolorido, y de esta forma, acompañar a Jesús en su pasión, muerte y resurrección por amor a cada uno de nosotros. Son días de acompañar a Jesús; pero también días para acompañar a María, la Virgen dolorosa, que además este año, en su advocación de Fátima, cumple 100 años. Pero el tema de nuestras páginas no será la Semana Santa ni la Virgen María, sino San Isidro labrador, cuya fiesta se celebra el próximo 15 de mayo y a quien tanto cariño se le profesa en nuestros pueblos y algunas ciudades como Madrid, de quien es patrón e intercesor.

Retazos de su vida

San Isidro nació en el año 1082 en una familia de campesinos muy pobres, por este motivo sus padres no pudieron enviarlo a la escuela, pero en casa le enseñaron el amor a Dios, la caridad con el prójimo y la importancia de la oración y los sacramentos. Quedó huérfano muy pequeño y a los 10 años se empleó como peón de campo en una finca cerca de Madrid. Será más adelante cuando contraiga matrimonio con una mujer a quien hoy también veneramos como santa: Santa María de la Cabeza.

Sobre la figura de este santo se han difundido muchas narraciones populares. La más conocida de ellas es la que nos presenta a un hombre muy piadoso que a menudo tenía que soportar las burlas de sus vecinos porque cada día iba a la iglesia antes de salir a labrar el campo. A veces, Isidro llegaba algunos minutos tarde al trabajo y sus compañeros lo denunciaron al patrón por holgazán. Juan de Vargas, que así se llamaba el propietario de la finca, lo quiso comprobar por sí mismo, y un buen día se escondió tras unos matorrales situados a medio camino entre la iglesia y el campo. Al salir del templo le recriminó su actitud. Cuando llegaron al campo, su patrón vio por sorpresa que los bueyes estaban arando ellos solos la parte que le correspondía al buen Isidro. El patrón entendió aquel hecho como un prodigio del cielo.

Por aquel entonces los musulmanes tomaron Madrid y los católicos tuvieron que huir. De esta manera San Isidro experimentó también el sufrimiento de los migrantes y la necesidad de trabajar en un lugar desconocido para ganarse el pan de cada día. Las crónicas de su vida cuentan que visitaba mucho a los pobres y enfermos y dedicaba tiempo también para pasear por los campos con su esposa e hijo. Un día, el niño cayó con una canasta a un pozo muy profundo. Los santos esposos corrieron y no encontraban forma de rescatar al muchacho. Entonces se arrodillaron a rezar con tanta fe que las aguas del pozo empezaron a subir y el pequeño apareció en la superficie dentro de una canasta, sano y salvo. Al retornar a Madrid, San Isidro trabajó como obrero en una finca y los otros peones lo acusaron ante el dueño de que trabajaba menos por ponerse a rezar e ir al templo. Sin embargo, la parcela que tenía a cargo el santo produjo el doble que las de los demás.

También es conocida «la olla de San Isidro». Se cuenta que cada año nuestro amigo organizaba una gran comida popular donde eran invitados los más pobres y marginados de Madrid. Sin embargo, en una ocasión, el número de de presentes superó lo previsto y la comida que habían preparado no llegaba ni a la mitad de los convocados. Isidro metió el puchero en la olla y la comida se multiplicó «milagrosamente», y hubo para todos y más. Así mismo, hay un relato que nos dice que en un año de sequía y temiendo por la rentabilidad de la hacienda de su patrón, Isidro con un golpe de su azada hizo salir un chorro de agua del campo. Salió tanta agua de allí que pudo abastecer toda la ciudad de Madrid.

Murió en el año 1130. Su fiesta se celebra cada 15 de mayo y la de su esposa, el 9 de septiembre. Es venerado con gran cariño por los agricultores y las personas que se dedican al trabajo de campo, así como por todos los madrileños, del que es patrón y protector.

Un ejemplo para nuestra vida

San Isidro, como tantos otros santos, es para nosotros un ejemplo a imitar por su sencillez y por su visión sobrenatural de las cosas, animándonos a ver que Jesús se sirve de los hombres para que éstos colaboren en la sociedad para hacerla más justa e igual para todos. ¡Cuántos de nosotros podríamos hacer el milagro de la «olla» si compartiésemos parte de nuestras ganancias con los más necesitados! Nuestro mundo sería un poco mejor, más humano y más solidario, si cada uno de nosotros fuésemos capaces de compartir lo que tenemos, mucho o poco, con los que necesitan nuestra ayuda.

San Isidro también nos invita a cuidar la naturaleza. Dios ha creado este universo para nosotros, y no hemos de olvidar que somos administradores de la creación y colaboradores con Dios en la construcción de un mundo mejor. Que la fiesta de San Isidro nos invite a valorar las tareas del campo y a estar agradecidos a nuestro Dios porque en todo tiempo nos provee con lo que necesitamos.

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