¿Qué papel dejaremos a Dios?

Crucifijo con velas

Beatriz Olivares López | Antes de finalizar esta cuaresma, parémonos a pensar, ¿cómo queremos vivir esta Semana Santa? ¿Dejaremos que sea una más? ¿Estamos preparados para ella? Durante la Cuaresma, erróneamente conocido como un tiempo de sufrimiento y limitaciones, sabemos que lo importante es el ayuno, la limosna y la oración. Sin embargo, aun así nos cuesta experimentarlo en nuestro corazón y darle el verdadero sentido

La teoría es preciosa, igual que escuchar las homilías o charlas sobre el tema. Queda muy bonito decir que lo importante es darse a sí mismos y no solo dar de nuestros bolsillos, y es algo que nosotros tenemos la suerte de haber aprendido, pero ¿de qué sirve si no lo hemos aprehendido?

Cada año lo intentamos llevar a cabo con un mayor nivel de interiorización pero lo grande de nuestra fe es que siempre podemos profundizar más en nuestra relación con Cristo. A veces olvidamos que no se trata solo de sacrificios ni de teoría sino que es, ante todo, una relación real de dos.

A menudo nos centramos en imponernos nuestras propias limitaciones y sentirnos bien con nosotros mismos. Somos nosotros los que nos ponemos a prueba, pero Dios, ¿qué papel tiene en todo esto? Lo cierto es que, a veces, ni lo pensamos, y acabamos actuando de manera lógica y racional sin implicarnos espiritualmente ni pensar qué es lo que Él quiere de nosotros.

Estas acciones no tienen ninguna trascendencia, pues el quid de la cuestión es el mismo Cristo, precisamente está en buscar encontrarnos con Él, ya sea a través de nuestros amigos, compañeros, profesores, oraciones, estudios, tristezas, dolores, alegrías, e incluso en nuestras limitaciones. Sin embargo, no para demostrarnos nada a nosotros mismos, sino para sentirnos más cerca de Él, que nos enseña a mirarnos y mirar a los demás con la mirada del amor en la cruz madurado.

En nuestro calendario litúrgico se acerca el momento en el que rememoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, lo que da sentido a nuestras vidas de fe. Este tiempo nos ayuda a vivir, como dice don Valentín, cura de Toledo, al final de sus vídeos “con los pies en la Tierra pero con el corazón en el Cielo”. Recordemos que Jesús también tuvo los pies en esta Tierra, vivió una vida de tristezas y alegrías, pero ahora comienza su tiempo de máxima fidelidad y valentía.

Es muy fácil seguir a alguien cuando lo que nos pide no se aleja mucho de lo que nosotros esperamos o deseamos pero, en cuanto se aleja de ello, nos cuesta mucho renunciar a nosotros. No obstante, aunque aparentemente la Voluntad de Dios se aleje de nuestros deseos, Él busca nuestra felicidad aún más.

En Mateo 6, 7-15, Jesús nos recuerda su arma más poderosa: la oración. Nos enseña el Padrenuestro en el que proclamamos “hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”, lo que da mucho que pensar. Pedimos que se haga la Voluntad de Dios pero, ¿es lo que buscamos cada día? Cuando vemos que esto nos lleva, como a Cristo, a vernos cara a cara con nuestras cruces, nos entran dudas. Pero, por otro lado, sabemos que Dios nos da siempre el ciento por uno y, tras este dolor, llega el Amor y la Resurrección.

Sin duda sus caminos son duros, pero no hay mayor plenitud y paz que sabernos amados por Él. Sabiendo que Dios es nuestro Padre y que de esta manera nos cuida y quiere, nos podemos sentir seguros de abandonarnos a su Voluntad. Recordemos que «el camino de Dios es perfecto» (Salmos 18:30).

¿No habéis deseado algo con muchas fuerzas y luego no ha sucedido, pero os habéis dado cuenta de que realmente ha acontecido lo mejor que podía pasar? A Él, que lo ve todo, digámosle aún más estos días, como Cristo en el Huerto de los Olivos: “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Ahondemos en nuestra relación hasta convertirla en una experiencia real de tú a tú en la que le demos un papel y nosotros tengamos el nuestro. ¡Fiémonos del que desafió a la Muerte con tal de darnos la vida!

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