La vasija del amor

Vasija
Fotografía: gibbyli (Creative Commons)

Ana Isabel Carballo | Manuel era un niño mimado y consentido. Acostumbrado a no hacer nada y a esforzarse lo mínimo en el colegio y en casa -pues sabía que tenía la aprobación de sus padres-, llegó a convertirse en un joven muy vago que hasta levantarse para no hacer nada le suponía un gran esfuerzo.

Su padre ya hacía unos años que había muerto cuando su madre enfermó de gravedad. Los ingresos de la casa habían mermado poco a poco con la crisis del país y la empresa había salido adelante gracias a los esfuerzos de aquella mujer. Pero ella sabía que su vida se acababa y sabía también que dejar la empresa en manos de un hijo perezoso que no había terminado sus estudios por antojo, era una mala apuesta.

Se acordó, entonces, que tres pueblos más arriba vivía un anciano, al cual largos años de experiencia y sabiduría le habían otorgado el reconocimiento de un hombre milagroso, pues todo lo que se le ponía en sus manos se arreglaba.

Fue así como la madre de Manuel le encargó ir a buscar a aquel anciano y pedirle la única medicina que le podría curar. Al llegar a la casa más humilde de aquel lugar, Manuel le entregó al anciano una carta en la que su madre le explicaba todo lo que sucedía y el favor que le pedía. El anciano levantó la mirada hacia Manuel y le dijo:

– Verás, joven, la medicina que me pide tu madre podré conseguírsela, pero para ello tendrás que trabajar mucho, pues como puedes ver yo ya no tengo fuerzas para casi nada. Con los ingredientes que me consigas, iremos rellenando esta vasija de 20 litros, que será la medida que necesitará para curarse.

El joven asintió rápidamente, pues la voluntad de Manuel siempre había sido mucho más rápida que su ánimo.

A la mañana siguiente, el anciano fue a despertar a Manuel a las cinco de la madrugada para ir a trabajar el campo y recolectar el cereal que le hacía falta. Pero Manuel, poco acostumbrado a esas horas, no hizo caso de la llamada y siguió durmiendo. Cuando se despertó a las once de la mañana, se dirigió al campo y estuvo trabajando seis horas menos de lo estipulado.

El anciano, al ir a echar en la vasija lo recolectado, se dio cuenta de que era muy poco, por lo que sin mediar palabra, cambió la vasija de 20 litros por otra de 15.

Al día siguiente volvió a despertar a Manuel a las cinco de la madrugada. Le esperaba para ordeñar las vacas, pero Manuel no apareció hasta las diez de la mañana, cinco horas más tarde de lo establecido.

El anciano vertió la leche que había conseguido Manuel, pero se dio cuenta de que los litros eran muy pocos para aquella vasija y, así, sin mediar palabra, cambió la vasija de 15 litros por otra de 10.

Día tras día, fue despertado a las cinco de la madrugada para ir a hacer su trabajo, pero Manuel no conseguía despertar su pereza. Y así, cuando se levantó a las nueve, la vasija fue reducida a 5 litros, pues aún no era suficiente. Cuando se levantó a las ocho, tres horas menos de lo mandado, la vasija se convirtió en una botella de 1 litro.

Al lado de la botella de 1 litro sólo quedaba un pequeño bote de cristal. Manuel recapacitó y vio que, mientras no cumpliera con su trabajo y no venciera su pereza, su madre tendría menos posibilidades de curarse.

Cuando al siguiente día el anciano fue a despertarlo, Manuel ya se había ido a trabajar dos horas antes. A su regreso venía silbando de contento al pensar que, con lo que había recogido, el anciano le daría una vasija de 30 litros con la que curar a su madre. Pero al llegar, el anciano no estaba. En el pueblo le informaron que había muerto súbitamente mientras él trabajaba y que lo habían llevado con su familia al pueblo de al lado.

Manuel se enfureció consigo mismo porque su pereza iba a provocar la muerte de su madre. Volvió corriendo a su casa para pedirle perdón, pero su sorpresa fue aún mayor cuando encontró allí al anciano que ya la había curado.

La muerte de aquel anciano había sido un engaño para que Manuel entendiera, por fin, que solo con su pequeño esfuerzo de cada día podía llenar de amor una vasija mayor y hacer así un mundo mejor para los demás.

El anciano había conseguido arreglar el problema que le había pedido aquella madre y esta pudo vivir para ver cómo Manuel se convertía en un gran empresario gracias a haber vencido su pereza.

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