En comunión con la Santa Madre de Dios (IX)

Niños rezando

Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián | Pasamos al punto 2676 del Catecismo donde vamos a ver que comenzamos algo muy práctico que es un comentario al Ave María. Lo hace de una manera muy somera porque donde se extiende es en el comentario al Padrenuestro. Es verdad que el comentario al Padrenuestro tiene una gran tradición en la historia de la Iglesia. Muchos Padres de la Iglesia (me refiero a la patrología, a los autores de los primeros siglos) escribieron tratados del comentario del Padrenuestro. Sin embargo no hay tanta bibliografía o tantas obras de comentarios sobre el Ave María. Entre otras cosas porque la oración del Ave María, tal y como la conocemos, es mucho más reciente, aunque tiene partes que son totalmente bíblicas. Pero los Padres de la Iglesia no conocieron el Ave María como nosotros lo conocemos ahora, completada; por tanto, lógicamente, no existen esas obras de la patrología como sí existen obras de comentarios del Padrenuestro.

Pero sin embargo el Catecismo sí lo hace, aunque sea de una forma breve y no se alargue como en el Padrenuestro. Hace un comentario al Ave María, y nosotros vamos a dedicarle algunas palabras porque, ¡qué bueno es que tengamos ahora la ocasión de decir eso que tantas veces pronuncio en mis labios, esas palabras que tantas veces salen con mayor o menor consciencia! Hace poco una persona me preguntaba: Yo cuando rezo el Rosario ¿qué es mejor que me fije, que piense mentalmente, en los misterios que estamos recordando –por ejemplo la Anunciación, o que recuerde el Niño Jesús en Belén, o la Resurrección de Cristo–, o mejor que mantenga la atención en el significado de las palabras mismas que yo estoy pronunciando? Y recuerdo que yo le conteste: Las dos cosas, hay tiempo y hay ocasión para las dos cosas. Hay momentos para pensar en los misterios de la vida de Jesús que se están recordando en el Rosario, pero también es bueno que a veces nos centremos en qué significa esta palabra que mis labios pronuncian.

Por lo tanto el punto 2676 comienza diciendo lo siguiente: “este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María”. ¿A qué se refiere? Se refiere a lo que ya hemos dicho anteriormente, que la oración Mariana, que la tradición de nuestra oración a María y con María, tienen un doble movimiento, digamos, un doble tipo de oración. Uno, primero, que se dirige a Dios, engrandeciendo a Dios, ensalzando a Dios, adorando a Dios por las maravillas que ha hecho en María, y a través de María en todos nosotros. Y un segundo tipo de oración es el que se dirige a María, a María misma, pidiéndole que interceda por nosotros, pidiéndole, que en virtud de ese puesto privilegiado que Ella tiene en la historia de la salvación, interceda como abogada de gracia ante nosotros. Este doble movimiento, el dirigirnos a Dios mentándole a María o dirigirnos directamente a María para que recurra por nosotros a Dios, está perfectamente recogido en la oración del Ave María. La primera parte, el primer movimiento, es el Dios te salve María o el Alégrate María, y el segundo está recogido en el de Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores.

El Catecismo a la hora de comenzar a comentar el Ave María lo hace de la siguiente forma: ‘Dios te salve María’, un comentario. Siguiente, ‘llena de gracia, el Señor está contigo’, otro comentario. ‘Bendita tú entre las mujeres, bendito el fruto de tu vientre’, otro comentario. O sea lo va desgranando. Pero antes de profundizar en cada una de las partes, vamos a hacer una mini, una breve historia del Ave María.

Hay que decir que tal y como nosotros conocemos la oración del Ave María (pues no se conoce hasta finales del siglo XV) sería a comienzos del siglo XII. Es en este siglo cuando se difunde en occidente la práctica de la recitación del Ave María. El saludo angélico ya era conocido en la cristiandad mucho antes de este siglo XII puesto que está contenido en el Evangelio de tal manera que constituía ya por el siglo VII la antífona del ofertorio del domingo IV de Adviento. O sea, ya en la liturgia del siglo VII, dentro de la liturgia, estaba recogido en una antífona ese saludo de: Salve María, llena eres de gracia etc. Pero aquí nos referimos no al hecho de que en la liturgia se recogiese prácticamente la primera parte del Ave María, sino a la recitación piadosa o devota de esa oración fuera de la liturgia de la Iglesia. Como oración, como devoción del pueblo. Pues para esto, para esa oración devota del pueblo hay que esperar al siglo XII, más o menos, y se va extendiendo poco a poco dependiendo de unos u otros lugares. Y la frase completada que introduce el nombre de Jesús y el Amén se introduce a finales del siglo XV.

Es allá por el 1483 cuando se comienza a recitar tal y como nosotros la entendemos. Y fue Pío V quien la prescribió con la publicación del breviario en 1586 propiamente, y aquí podemos hablar ya del Santo Rosario. Pues bien, como el libro de los salmos tiene 150 salmos, con una intención similar también el Rosario nació con las 150 Ave Marías: 50 Ave Marías de los misterios gozosos, 50 Ave Marías de los dolorosos, y otros 50 de los gloriosos. Eran como los 150 salmos. Esto es debido a que en aquel tiempo era muy frecuente que hubiese una parte importante del pueblo que no estuviese alfabetizada. Incluso a aquellos consagrados, en aquel entonces la mayoría monjes, que no tenían la capacidad de leer los salmos, la Iglesia les pedía que rezasen como una especie de Salterio Mariano, que era rezar las 150 Ave Marías.

Lo explicado es para entender la forma que se fue extendiendo y extendiendo el rezo del Ave María especialmente en torno al Rosario. Pero digamos que la fórmula que nosotros conocemos, el “Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre Jesús” con la fórmula completa tenemos que esperar a finales del siglo XV para verla así y también pasa lo mismo con la segunda parte del “Santa María Madre de Dios…” que incluso es un poco más tardía.

También podríamos decir alguna referencia –aunque sea mínima– al hecho de que en la Reforma protestante Lutero, en principio, no se posicionó en contra de esta oración del Ave María porque ya la encontró siendo rezada popularmente por el pueblo de Dios. Pero aunque al principio lo admitió (que María fuese saludada con el rezo del Ave María), poco a poco en la Reforma Luterana, por miedo a que invocar a María fuese un signo de idolatría, fue desapareciendo del mundo protestante la invocación a María. Y él lo que sí que afirmó explícitamente es que María no debía de ser invocada como mediadora o como abogada. De tal manera que lo primero que hizo fue quitar del Ave María el ‘ruega por nosotros’. Y aunque él decía que sí es verdad que María ruega por nosotros en el cielo, era mejor no invocarla de esa manera porque era signo de idolatría. Esta fue la causa por la que el mundo protestante la fue arrinconando el Ave María hasta que finalmente desapareció.

Hasta aquí una pequeña historia del Ave María.

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