El diario espiritual de san Ignacio

, exdirector nacional del APOR | En este artículo me voy a detener en las lecciones de un orante como san Ignacio. De él conservamos su diario espiritual donde, cuidadosamente, fue anotando cómo se desarrollaba su oración. A través de ese documento, además, podemos entender mejor algunas cosas que nos indica en el mismo libro de los ejercicios, sobre la diligencia en el buscar, en el detenernos cuando hallamos lo que pretendíamos y otros términos análogos.
En el diario de san Ignacio aparece cómo la oración es un momento de la vida real sobrenatural. No es un momento ficticio o de construcción mental. La presencia de la Trinidad, de la Virgen, de los ángeles y santos es normal, como lo es igualmente en nuestra vida. Y son seres con los cuales debemos contar.
Para seguir mi camino aquí en el mundo no es indiferente que busque la ayuda de una persona o de otra. Tengo que ver quién me puede ayudar y tratar de lograr su ayuda. Y considero que progresaríamos infinitamente más si tuviéramos la humildad de aprovechar las ayudas que el Señor nos ofrece.
El objeto de la oración no es arrancarnos de la vida real, sino abrir nuestra percepción -con una luz superior- para entender la realidad invisible a los ojos que, en medio de nuestra realidad visible, existe y nos acompaña. Es como utilizar una emisora de aficionado que busca contacto con estaciones, tanteando, sin separarse nunca de la realidad.
San Ignacio es realmente ilustrativo para nosotros. En su diario se refleja su esfuerzo de búsqueda y, en el número tres del mismo, expresa su gran afecto y confianza en Nuestra Señora. Observa a la Madre y al Hijo como propicios para interceder ante el Padre. Ellos están al entrar en la oración, inclinados a interceder. Vemos pues, que san Ignacio está atento, que busca acercarse al Señor y nota que la intercesión de la Virgen es propicia. Es un encontrar, aunque en un orden a interceder ante el Padre.