Con San José desaparece toda tentación

San José
San José (William Dyce)

Fr. Rafael Pascual Elías, OCD | En el adviento siempre sale a nuestro encuentro la Madre Inmaculada y en cuaresma nuestro Padre San José. Pasa más desapercibido al ser un tiempo de sacrificio, austeridad, penitencia, oración,… La cuaresma siempre es buen momento para intensificar nuestra vida de oración y proponernos dedicar más tiempo de nuestro día a ello. Pero de igual modo que es un objetivo bueno y santo, a la vez puede ser y de hecho así sucede muchas veces, una de las tentaciones más frecuentes en la oración, la más oculta, que es la falta de fe.

Sí, nuestra falta de fe nos aleja de entrar con más facilidad en el Corazón de Cristo. No es que no tengamos fe, que seamos incrédulos, sino que se manifiesta en las preferencias personales a la hora de repartir las horas del día. Al empezar a orar se hacen presentes de repente un sinfín de trabajos, tareas, actividades, encuentros, compromisos, etc. que embisten contra el alma que quiere orar y no le dejan. No falta fe como creencia, sino como apertura y disponibilidad a dedicar tiempo a Dios, a estar con Él a solas, en silencio, dejando que hable el Corazón a nuestro corazón.

Cualquiera de estos asuntos que se presentan con aviso previo o sin él, los consideramos más urgentes y necesarios que un cuarto de hora o media hora de oración al día. ¡Cuidado! ¡Ahí está nuestra falta de fe! ¡La tentación crece si no la reconocemos de este modo! Ante esta situación llega el momento de descubrir la verdad que reina en nuestro corazón y el deseo más profundo que brota de nuestro ser de corazones orantes.

Y podemos preguntarnos si esto realmente es así. Hagamos un buen examen de conciencia y veremos cómo andamos de fe viva y verdadera. Sí que tenemos a Dios en el centro de nuestra vida, pero… ¿cómo se encuentra realmente nuestro corazón? ¿Vivimos en arrogancia espiritual o en paz sincera ante el Sagrado Corazón?

Si reconocemos nuestra falta de fe vamos bien. Podemos rehacer el camino. Nos damos cuenta que todavía no hemos alcanzando una vida de fe madura, que nos falta humildad y confianza en Dios. Hay que seguir dando pasos en esta cuaresma y durante todo el año. Tenemos que llegar a vivir de verdad esas palabras de Cristo que nos dejan bien claro que “sin mí, no podéis hacer nada” (Jn. 15,5).

Si ahora, ante este evidencia, acudimos a San José en el día de su fiesta, y mucho mejor si nos unimos a él durante la novena de preparación a su festividad y lo celebramos con toda la solemnidad que podamos, como hacía y quería Santa Teresa que vivieran sus monjas, veremos que recibiremos una fuerza especial para superar nuestra falta de fe en el Hijo de San José.

Vivir con la mirada puesta en San José rompe toda tentación. San José es el terror de los demonios; él nos facilita poder superar todo aquello que surge en nuestra vida como tentación que nos impide el acercamiento y unión con el Corazón Sagrado de Cristo que se abre de par en par en la Cruz para nos metamos en Él.

Nos queda cuaresma por delante. Tomemos a San José como guía y compañero de camino en la oración y resultará todo mucho más fácil. ¿Por qué? Pues porque cuando nos acercamos a San José lo que hacemos es poner la mirada en Jesús y María y hacer silencio. Contemplar ese amor puro de Madre e Hijo y buscar tiempo como sea para estar ante ellos. San José es el modelo de hombre contemplativo que dedica tiempo a orar, a contemplar el Corazón de Jesús y el Corazón de María, los dos Corazones que sufren toda la agonía de la Pasión pero que luego son renovados en la Pascua.

Hay que caminar, hay que rezar, hay que ofrecer. Y por si fuera poca la ayuda de San José, además tenemos a una gran hija de Santa Teresa de Jesús, Santa Teresita del Niño Jesús, que en este año 2023 celebramos el 150 aniversario de su nacimiento. Ella sabía mucho de oración, de tentaciones en la oración; y lo que hizo siempre y es su gran legado es poner todo con confianza en las manos del Padre, como un niño que sabe que su padre le cuida, le levanta cuando se cae y le da siempre los mejores regalos. Ella nos regala un poema dedicado a San José para que empecemos a dedicar tiempo a orar en silencio contemplativo, admirando la belleza que se esconde en Jesús y María. Nosotros como San José, oremos en ese silencio contemplativo, en la pobreza de tener solo lo que nos ayuda a orar y sabiendo que sin Jesús no podemos nada. Y si además unimos a María lo podemos todo y más. Y con San José termina de desaparecer toda tentación. Él quiere caminar con nosotros esta cuaresma al encuentro con su Hijo Jesucristo. Y nos lo dice con palabras de Santa Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz, para que no tengamos dudas en nada y nuestra fe crezca y madure para abrirnos del todo al amor de Dios con ayuda de nuestro Padre y Señor San José:

“José, tu vida admirable
se deslizó en la pobreza,
más de Jesús y María
contemplaste la belleza”.

(Poema A nuestro Padre San José)

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