Mira a la Estrella, invoca a María
Mons.
, Obispo de San Sebastián | Cuando hablamos del misterio de la condenación, de la posibilidad de que el hombre se condene, no es equilibrado hablar de ello como si dependiese de que Dios sea más o menos Misericordioso. Es decir, no tiene nada que ver que sea más Misericordioso con que tenga la manga más ancha y puedas salvarte con más facilidad. Eso es absurdo.La condenación no es fruto de que Dios haya cerrado la manga o tenga un juicio más severo, sino que es una autoexclusión nuestra de la salvación de Dios. Es uno mismo el que se cierra a su Gracia. Por eso, la Virgen María intercede delante de Dios, orando ante Él, como lo hizo por sí misma. La forma de oración de María es el «Hágase en mí según tu palabra».
Hay varias oraciones en las que nosotros recurrimos a María, reconociéndola en ese puesto privilegiado que le ha dado Dios para interceder por nosotros. Una oración es el Acordaos de san Bernardo: «Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos». Acudimos a su protección, a su auxilio.
Otra oración de san Bernardo, también preciosa, es Mira a la Estrella, invoca a María: «¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!… Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara».
La primera oración subraya nuestra debilidad y la importancia de acudir al amparo de María, mientras que en la segunda se pone el acento en que, en medio de la tribulación, tengamos los ojos fijos puestos en Ella. Una forma de dejarnos ayudar por María es no apartar los ojos de Ella. Tenemos problemas, persecuciones, nos sentimos débiles…, pero no debemos apartar la mirada de Ella. Es la mejor forma de no caer en la desesperación.
Solamente por el hecho de mirar a la Virgen y no apartarla de tenerla como modelo de imitación estamos recibiendo su influjo, los beneficios de su maternidad. No es únicamente decir que ruegue por mí y yo mientras tanto me dedico a vivir metido en el fango. No, le pido que ruegue por mí y, en el fondo, al mirarle a Ella, ya estoy solicitando aquello que había pedido: el beneficio de su intercesión por mí.