Los papas del Rosario (II)

Capilla de san Juan Pablo II en la Almudena
Fotografías Archimadrid.es (Flickr)

Mons. José Ignacio Munilla, Obispo de Orihuela-Alicante | Pio XII escribió sobre el Rosario una encíclica y ocho cartas, sin contar numerosos discursos. Dijo que el Rosario es la síntesis de todo el Evangelio y también que nos apoyamos en el Santo Rosario para curar los males que afligen todo tiempo y el nuestro en el que vivimos. Él, que fue el papa que tuvo que afrontar la Segunda Guerra Mundial, dijo: «no es la fuerza, ni las armas, ni la potencia del hombre, sino el auxilio divino el que nos da el don de la paz».

Después, Juan XXIII también es otro enamorado del Rosario. Uno lo puede contemplar cuando lee el Diario del alma. Pablo VI, en la encíclica Christi Matri evocó cómo el Concilio Vaticano II -aunque no hizo una mención explícita- tiene una explicación clara de esas devociones populares a la Virgen María, que se refieren al Rosario en primer lugar, con las cuales la Iglesia madre ha educado a sus hijos.

Y, cómo no, me quiero referir de una manera especial a su santidad Juan Pablo II, de feliz memoria, que sorprendía al mundo cuando, pocos días después de ser elegido papa, dijo que el Rosario era su oración predilecta. Dando pruebas de una mentalidad profundamente teológica, ponía en relación esta oración mariana con la orientación que el Concilio Vaticano II había dado sobre la Virgen. Para Juan Pablo II: «Se puede decir que el Rosario es en cierto modo un comentario oración sobre el capítulo final de la constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia».

Escojo algunas frases de Juan Pablo II sobre el Rosario: «es una escala para subir al cielo», «la oración mental y vocal son dos alas que el Rosario ofrece a las almas cristianas». Me parece impresionante esta expresión: el Rosario conjuga dos alas, la oración vocal y la oración mental, la de meditación y la oración de recitación. Las conjuga porque recita la oración del Ave María, del Padrenuestro y del Gloria, al mismo tiempo que medita en los misterios. También dice: «es unión familiar con la Virgen y su misión en la historia de la Salvación», «es la oración mariana más sencilla y humilde, pero no por eso menos llena de contenidos bíblicos».

Es especialmente significativa la visita que hizo Juan Pablo II al santuario de Pompeya, en el año 79, donde dio una preciosa catequesis acerca del Rosario. Dijo allí: «Esa oración que María reza con nosotros se llama el Rosario. Es nuestra oración predilecta. Se la dirigimos a ella, a María. Pero no olvidemos que, al mismo tiempo, el Rosario es nuestra oración con María… Venimos aquí para rezar con María, para meditar junto con ella los misterios que ella, como madre, meditaba en su corazón… Están inmersos en Dios mismo… Y tan estrechamente ligados a la historia de nuestra salvación. Por eso, esta oración de María, inmersa en la luz de Dios, sigue al mismo tiempo abierta siempre hacia la tierra. Hacia los problemas de cada hombre, hacia todos los problemas humanos… Esta oración de María, este Rosario, es precisamente así, porque desde el principio ha estado invadido por la lógica del corazón. En efecto, la madre es corazón. Y la oración se formó en ese corazón mediante la experiencia más espléndida: mediante el misterio de la encarnación».

Fijaos que aquí Juan Pablo II dice algo que parece que brota de su corazón contemplativo y es que el Rosario, el Ave María, han nacido del corazón de María. Y también llegó a contar, en algunas alocuciones, su experiencia personal sobre el Rosario. Lo llevaba a todos los encuentros personales que solía mantener. Por ejemplo, en una alocución dice: «En las últimas semanas he tenido ocasión de encontrarme con muchas personas… Os aseguro que no he dejado de traducir estas relaciones en el lenguaje de la plegaria del Rosario».

Hay mucho que decir sobre lo que los papas han dicho del Rosario, especialmente en los últimos cinco siglos. Hay un dilatado magisterio. Basta recordar que León XIII tenía doce encíclicas sobre el Rosario.

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