Consagración al Inmaculado Corazón de María

Virgen María con el Niño

Redacción

Desde el año pasado, acompañados por la Fraternidad del Arca de María, venimos haciendo esta bonita consagración a María, o mejor dicho, a Jesús por María.

Es el carisma de las hermanas de la Fraternidad: dar a conocer y preparar, a quien lo desee, esta consagración al Inmaculado Corazón de María según el método de san Luis María Grignon de Monfort que tantos santos de la Iglesia a lo largo de estos últimos siglos han seguido. Para ello las hermanas comienzan con una misión popular para invitar y convocar a este acto, después se hace un día de retiro y convivencia donde se explica el fundamento teológico-espiritual de la consagración y se prepara, con la ayuda de un material adecuado, con un mes de oración personal para el momento de la celebración.

Después de dos años realizándolo hemos podido palpar los frutos y bendiciones que ha traído a tantas personas. Nos ha dejado el sabor de un día especialísimo de la presencia de nuestra Madre, la ternura de sus cuidados, la belleza de la celebración, la ilusión y el amor de tantas personas…

A continuación os ofrecemos uno de los testimonios:

El día 4 de junio en el Santuario de la Gran Promesa hice junto con otras personas mi Consagración al Inmaculado Corazón de María.

Un mes antes las Hermanas de la Fraternidad Arca de María nos hablaron de María como la mejor compañera de camino para acercarnos a Jesús. Nos invitaron a consagrarnos a Ella.

A medida que pasaban los días me sentía más cerca de María. Como de Madre a hija. Le llenaba de preguntas, sobre todo la preguntaba cómo vivió tanto sufrimiento sobre su Hijo y cómo era su plegaría al Padre.

Desde entonces empecé a rezar el Rosario de una manera diferente, a meditar los misterios con más profundidad y a saborear las cosas desde el corazón. Repetía continuamente:

Dios te salve María. Hija de Dios Padre…
Dios te salve María Madre de Dios Hijo…
Dios te salve María esposa de Dios Espíritu Santo…
Dios te salve María Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad…
¿Puede haber tanto amor derramado?
¿Puede haber tanto amor manifestado?
María me acercaba al fruto de su vientre a JESÚS.

Y llegó el día. Tenía mucha ilusión. Fue un día lleno de luz, como si el cielo y la tierra se juntaran. Alguien me llevaba de la mano, me sentí privilegiada.

Fue una ceremonia con gran riqueza Litúrgica. Todo tenía su significado: la Palabra, la vela, la pulsera, la flor, el vestido blanco… Renovamos nuestro Bautismo. Hicimos la Consagración a Jesús por María: “El corazón de María como refugio y camino que nos conduce a Dios”.

En la humildad de la flor reconocí mi vida. Me sentí niña necesitada. No llegaba a poner la flor en el jarrón, tuve que alzarme de puntillas y este gesto me llenó de emoción. Yo sola no podía. Ella me aupaba, me daba fuerza. Era mi MADRE. Solo tenía que acercarme a sus brazos. Besé la flor y la entregué. En esa flor iba todo mi amor. No estaba sola, conmigo ofrecía todo lo que tenía en mi corazón.

Desde mi pequeñez doy gracias a Dios y con María le digo: Su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación…

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