La Casa de Jesús y María

Centro de Espiritualidad de Valladolid

Carlos Gallardo | Me voy a presentar sencillamente como una persona que quiere mucho a la Casa del Corazón de Jesús, nuestro Centro de Espiritualidad de Valladolid.

Me vienen a la memoria las primeras visitas que hice a la casa en sus comienzos allá por el año 1989. Desde entonces no he dejado de acudir a ella siempre que he podido. He tenido en la casa momentos inolvidables y muy decisivos para mi vida, etapas muy felices, ejercicios espirituales, retiros, continuas idas y venidas durante años… pero siempre pensaba que venía al hogar donde Jesús me esperaba con sus brazos y su Corazón abiertos para recibirme. Tuve etapas muy intensas en las que llegué a trabajar y colaborar mucho, pero también etapas en las que las obligaciones del trabajo y la vida diaria me impedían dedicar tiempo y obligaban a ausentarme.

He tenido también la suerte de conocer todo el proceso que ha vivido la casa durante años, unas veces más de cerca y otras más de lejos, pero siempre pidiendo a Dios que mantuviera abierta la Casa de su Corazón. Conocí las primeras obras de rehabilitación, disfruté de la antigua y de la nueva con sus mejoras y reformas. Tuve el privilegio de vivir en la casa durante un tiempo, en el que me di totalmente y dediqué todo mi esfuerzo.

He conocido el paso de todos los sacerdotes que han llegado a dirigir el Centro. Cada uno de ellos, con su estilo y su buen hacer, aportó cosas buenas y se dedicó en cuerpo y alma. Todos ellos sacaron adelante grandes obras y proyectos: nuestro querido Paco Cerro, Miguel Angel, Ricardo Vargas, Juan José, Víctor, Jon…, no sé si me olvido de alguno. Todos dejaron buenas huellas de su paso y un grato recuerdo. Con cada uno se iniciaba una nueva etapa, cada uno emprendía y escribía una nueva historia en la Casa de la Gran Promesa. Solamente Dios y yo sabemos los beneficios que he recibido todos estos años a través de este lugar y de sus sacerdotes. Me siento en todo muy agradecido.

Ahora, desde septiembre, ha comenzado una nueva etapa pues ha llegado otro sacerdote a dirigir la casa. Pero una cosa tengo clara, que el que dirige la casa es el Gran Maestro, Jesús. Los sacerdotes que van llegando son sencillamente instrumentos. Todos llegan con cambios, cada uno tiene unas virtudes y unos defectos, pero lo que tenemos que tener claro todos los que acudimos a la casa es que fuera de críticas y opiniones personales, ellos vienen a poner un granito de arena más, un ladrillito más en la historia de la Promesa que hizo Jesús a Bernardo de Hoyos. Los sacerdotes vienen y van, quedan grandes recuerdos de amistad o de algo más, pero el que queda siempre esperando en los sagrarios de la casa es Jesús que nos llama, que nos habla, que nos muestra todas las maravillas de su intimidad y de su corazón, que nos da todas sus enseñanzas, que nos transforma si nos dejamos…

Todos los que vamos a la casa tenemos que ir  buscando siempre un encuentro personal con Jesús. Podemos ir buscando un consuelo, una necesidad, una compañía, podemos ir a colaborar, a ayudar, pero siempre teniendo claro que cada visita es buscando un encuentro con el Corazón abierto de Jesús.

No me quiero extender más, pero no me puedo despedir sin antes recordar que en la Casa también tiene un lugar muy importante la Madre del Maestro, que también es guardiana de ésta. María, aquella que siempre nos conduce a Jesús y que nos invita en cada visita a acudir a los sagrarios, y que después de rezarle en los lugares donde hay una imagen suya nos pide que vayamos a las capillas y oratorios de la casa, aunque sea cinco minutos a estar con Jesús.

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