Don de Sabiduría (V)

Mons.
, Obispo de San Sebastián | Otro consejo para combatir la sabiduría de este mundo que ‘es necedad y estupidez ante Dios’ (es una frase fuerte que está en 1Corintios 3,19 pero siendo Palabra de Dios no creo que nos atrevamos a decir que sea impropio este consejo de combatir la sabiduría de este mundo que es necedad y estupidez ante Dios).¿Queremos conocer si somos sabios o somos necios? Pues tenemos una forma muy fácil de saberlo: examinemos nuestros gustos y disgustos a ver en que encuentro yo mi complacencia y que cosa me hacen perder la paz; de donde nacen mis satisfacciones y de donde nacen mis sin sabores… y entonces, veremos si tenemos la sabiduría de Dios o tenemos más bien la sabiduría de este mundo. Porque si uno se da cuenta de que se disgusta por tonterías –porque se había hecho un plan, había tenido un sueño, pensaba que esto iba ser así luego sale de otra forma…– y entonces se pega un ‘disgustón’, uno dice pero ¡qué tontería! Y si uno ve que tiene puesta su alegría en una banalidad, en que le digan, en que le reconozcan…, pues ¡vaya alegría que tienes! ¡Vaya bobada! Es decir, fijarnos en donde están mis gustos y en donde están mis disgustos nos da la clave porque cuando uno ve que su alegría no tiene nada que ver con la gloria de Dios, ¡mal asunto! Y cuando uno ve que sus disgustos no tiene nada que ver con el pecado, ¡mal asunto también!
Hay tres clases de sabiduría que son reprobadas por la Sagrada Escritura que son locuras y necedades a los ojos de Dios. La primera es la que podríamos llamar la sabiduría terrenal, esto es, que nos gusten más las riquezas terrenas. Esto es una necedad porque, total, te vas a morir y aquí se va a quedar todo. También la sabiduría animal que es la que únicamente apetece los placeres del cuerpo. El cuerpo se va a convertir en ceniza ‘polvo eres y en polvo te convertirás’ ¡ya verás tu que necedad es esa! Y, en tercer lugar, la sabiduría diabólica que pone su fin en su propio orgullo, en la propia soberbia. Tres sabidurías: la terrenal que busca la posesión de las cosas, la animal que busca la apetencia de los placeres y la diabólica que busca la soberbia y el orgullo de ser ensalzado. Estas son las necedades de este mundo. Y frente a estas falsas sabidurías hay una sabiduría divina que es la locura de la cruz, que es amar la pobreza, amar el último puesto, amar la cruz, amar la persecución, ser un loco para este mundo por identificarnos con Jesucristo y con su estilo, con la sabiduría de Jesucristo.
Por lo tanto, para disponernos a recibir el don de sabiduría tenemos que combatir la sabiduría de este mundo que es necedad y estupidez delante de Dios.
En tercer lugar, otro consejo: no aficionarse demasiado a las cosas de este mundo aunque sean buenas y honestas. Hay cosas que son buenas y honestas pero no tenemos que poner alma, corazón y vida en ellas porque, al fin y al cabo, son pasajeras. Está bien, por ejemplo, que alguien esté muy vocacionado en su oficio. Está muy bien que viva su día a día, su que hacer, con empeño y dedicación, pero ten cuidado de no hacer de eso un ‘dios’ porque también eso pasara y al final lo importante no será si tu eres un ingeniero o un arquitecto y que hayas construido los mejores edificios. Eso importara muy poco al final. Lo que va a quedar es cuanto amor has tenido en tu vida concreta, en tu vida profesional, en tu vida familiar… eso es lo que va a quedar. Esa perfección supuesta de tu trabajo, al final, aquí se va a quedar. Por tanto, el no aficionarse demasiado, el tener como si no se tuviese, el entregarse pero con libertad de corazón, eso es muy importante.
Y el último consejo de cómo disponernos a recibir el don de sabiduría: no apegarnos a los consuelos espirituales si no pasar Dios a través de ellos. Dado que Dios nos quiere para sí, es muy importante que no nos apeguemos ni siquiera a los consuelo espirituales que a veces se nos regalan en la oración y que son solamente un estimulo para alcanzar nuestra vida espiritual. Fijaos que esto puede parecer contradictorio porque antes hemos dicho que el don de sabiduría es gustar de las cosas divinas y ahora se nos recuerda que tengamos cuidado de no apegarnos a los consuelos espirituales. Porque eso lo da Dios cuando quiere darlo pero tú no tienes que pretender poseerlo.
Para pasar a la perfecta unión con Dios que se realiza por la fe, la esperanza y la caridad es preciso purificarse hasta de esos deseos de querer tener gustos espirituales, querer que mi oración tenga determinados consuelos. Uno tiene que saber estar en la perfecta unión con Dios aun que sea en la soledad, aun que sea en la sequedad. Hay que estar dispuestos a servir a Dios en la oscuridad lo mismo que en la luz. Si Dios me pide que le siga en la oscuridad pues en la oscuridad. Así yo me estoy preparando para recibir el don de sabiduría. Es lo mismo consuelos, sequedad, aridez que deleites espirituales, no importa. Lo importante no son los regalos que Dios me da, lo importante es Dios mismo que se me da. Lo importante no son los caramelos de Dios si no el Dios que da los caramelos o no los da, y no me importa. El caso es hacer de Dios nuestra heredad no de los gustos de Dios si no de Dios mismo. Dicen los autores espirituales que para prepararse a recibir el don de sabiduría, que es justamente el que te permite gustar de las cosas divinas, tú tienes que tener perfecto desapego de los gustos interiores, del que yo pretenda que mi oración o mi práctica religiosa o de todo ello yo obtenga determinados gustos interiores; pues también de eso hay que desapegarse, hay que desprenderse de ello.
Pues aquí los consejos de cómo prepararse, cómo disponerse, para recibir el don de sabiduría: esforzándonos en ver todas las cosas desde el punto de vista de Dios, combatiendo la sabiduría de este mundo que es necedad, procurando no aficionarnos demasiado a las cosas buenas de esta vida y tampoco apegándonos a los consuelos espirituales.
Con esta explicación hemos terminado la explicación de los 7 dones del Espíritu Santo.